Mi amiga Pan

Mi amiga Pan

Hola a todos. El día de hoy vengo a ustedes luego de mucho tiempo sin escribir. He estado algo ocupada con los detalles finales de mi tesis ya para terminar lo que han sido 4 años y medio de una gran carrera. Pero, por lo pronto y hasta tener más tiempo de sentarme a hacer una reseña como tal, vengo a dejarles aquí la actualización de un cuento que escribí hace algún tiempo en una iniciativa que yo misma creé con algunas amigas bloggeras. Les dejo por acá para que puedan ir a leerla. El cuento no varía demasiado en temática pero luego de un semestre entero en mi clase de Literatura creativa, vengo a mostrarles los resultados en la edición del mismo, cosa que me ha gustado muchísimo. Espero que a ustedes también les guste. Nos vemos pronto con una reseña.

Mi amiga Pan

No, no, no. El placer es todo mío. Luego de todos estos años aquí sola, me viene bien que alguien quiera venir a conversar. ¿Qué si me gusta dar entrevistas? Pues la verdad es que me gustaría hacerlo con más frecuencia, pero la gente no suele encontrarme. A Mal es la que se topan casi siempre… Herc decía que quizá es porque el hombre es malo por naturaleza. Yo qué sé. Pero bueno, ¿que te cuente mi historia? Bien, muy bien.

Pan fue lo primero que vi cuando abrió la tapa. Y mira que yo estaba en el forno. Se puede decir que fue mi primera amiga real pues mis hermanos simplemente se limitaban a existir a mi lado. Mira que vivir tanto tiempo dentro de una jarra no es divertido. ¿Has intentado estar dentro de esas cosas? Huele a humedad, a moho y años de abstinencia de todo. Estar ahí dentro era un caos entero. Muchos dicen que es peor que el Tártaro mismo. Supongo que debería preguntárselo a Cronos para estar segura. Pero no es el tema. El punto es que esa jarra era terrible y debía agradecerle a Pan en su momento, o lo habría hecho de haber conseguido la libertad al principio. Aunque tampoco es que tuviera demasiado tiempo de hacerlo. En un momento la jarra estaba sin tapa y todos mis hermanos se empujaban entre sí para ser los primeros en salir. Es por eso que yo tuve que quedarme. Todos me lanzaron atrás, incluso mi hermana gemela. Simplemente tomó sus cosas y se largó sin mirar atrás. Para cuando me di cuenta de nada Pan había puesto la tapa de nuevo y yo me había quedado completamente sola dentro. 

Al principio supongo que fue divertido. Tenía la jarra para mí sola. No había necesidad de discutir por espacio y ni hablar del caos de emociones que podía haber cuando todos estábamos despiertos. Fue más sencillo, mucho más sencillo. Así que los primeros 500 años se me pasaron como agua. Me entretuve de lo lindo viendo los espacios de mis hermanos, los estragos que habían dejado en sus paredes personales, sus recuerdos plasmados en los laterales de la jarra. Fue emocionante, incluso. Era mi sitio. Como ya dije, de haber tenido oportunidad, le habría agradecido a Pandora, pero apenas y pude verle las pestañas.

¿Que cómo es ella? Bueno, supongo que ha cambiado con los milenios, supongo, pero al menos yo recuerdo que era baja, cabello entre castaño y oscuro, ojos enormes de pestañas gruesas y llamativas y una cara de tonta que no podía con su alma. Es por eso que abrió la jarra. Si quieres que alguien eche algo a perder dile que no lo haga. Nunca falla. Pan lo demostró.

Pero hablábamos de mis años en soledad. Volvamos al tema. Decía que los primeros 500 años fueron maravillosos. No había ruido. No estaban mis hermanos gritando por todo. No había nadie feliz hasta la locura, o molesto hasta el cansancio y ni hablar de los depresivos hasta el hueso. Era un silencio absoluto que yo podía romper a placer o mantener durante eones. Puedo decir que ni siquiera los echaba en falta. Me alegraba que ellos estuvieran fuera, de que tuvieran una vida con los mortales y todas esas cosas. Seguro que se divertían atormentándolos, haciéndolos cambiar de opinión, recurriendo a las cosas más básicas para contradecirlos a sí mismos. Justo pensaba en eso cuando la segunda mitad de mi primer milenio llegó a la jarra. ¿Qué tal si se estaban divirtiendo demasiado? Yo ya había visitado todos los murales, todas las pertenencias restantes de mis hermanos; no tenía nada más en qué entretenerme dentro de la jarra. Comenzaba a envidiarlos. Quería salir y ver lo que ellos veían. Quería conocer a los mortales y atormentarlos también. De pronto la jarra me parecía claustrofóbica. Quería sentir el aire, oler las cosas. No me importaba si los mortales eran desagradables, quería conocerlos. Lloré muchas veces, lo admito, sobre todo porque podía escuchar voces llamándome a gritos desde fuera. Eran los mismos mortales que me pedían como si necesitaran más de mí que de mi gemela. ¿Podía ser eso posible? No lo dudaba. Ella, para los mortales, era vana, era simple, era sencilla. Me aclamaban a mí. Y, sin embargo, yo no podía dejar ese sitio. Luego de que Hefesto la creara, Pan me dejó sola para siempre y no volvió a abrir mi prisión. Imploré a Zeus por ayuda, mas se negó en redondo a escucharme y, si lo hizo, me ignoró olímpicamente. ¿Entendieron el chiste? Bien, sigamos.

Con el tiempo me fui acostumbrando a la oscuridad, a la soledad nuevamente. En algún punto de los años simplemente me acostumbré a escucharlos en la distancia, a separar los lamentos de las oraciones. Una puede escuchar demasiadas cosas, demasiados pensamientos, pero todos se reducen a las mismas ideas. Los mortales tienen la felicidad sin darse cuenta y se niegan por completo a observarla de frente. E incluso cuando lo hacen le temen en grande. Así que me piden a gritos, como si todavía quisieran buscarla. Se ciegan de manera voluntaria y fingen que no ven a mi hermana para poder llamarme en la distancia. A veces me pregunto si no estarán todos locos. Ella está ahí, afuera junto con el resto. ¿Creen que a Felicidad es un mal? Quizá en un inicio no lo es, pero la han convertido. Es eso que todo mortal persigue pero que pocos se atreven a tomar en sus manos. La felicidad los aborda y ellos le dan la espalda para seguir sufriendo. Sí, prefieren a otro de mis hermanos. Es como si Zeus en persona les hubiera dicho que ese era su destino, que eso era lo justo. ¿Será realmente lo justo? Quizá no. Quizá simplemente es lo normal para ellos. Mis hermanos han estado tanto tiempo a su lado que ya no saben ubicarlos y diferenciarlos…

Mira lo ciegos que están que ni siquiera se dan cuenta cuando una sale a observarlos, aunque sea de lejitos, sin necesidad de anunciarse. No te miento, los hay que me han visto y me saludan por las calles: “Hola Elpis, buen día” y todo. Pero los hay que ni siquiera se dan cuenta, que me pasan de largo y siguen persiguiendo cualquier cosa. Una ya no sabe si rodar los ojos o libar a Palas para que reaccionen. ¿Qué si puedes poner en tu artículo dónde vivo ahora? ¡Já! Ni aunque les dieras la dirección en Google Maps sabrían cómo llegar.


FIN


Sin más por el momento les dejo mi cuento aquí y los veo muy, pero que muy pronto. Recuerden que los quiero dos montones. Saludos enormes,