Comenzaré con una pregunta que espero que piensen a profundidad: ¿qué estarían dispuestos a hacer por un libro? O una segunda: ¿morirían por él? Estas son las cuestiones a las que el protagonista de la novela de Ray Bradbury se enfrenta, Guy Montag. Él, que vive en este mundo distópico donde los libros están prohibidos, cuya profesión es ser bombero y quemar todos esos textos que pueden hacer a la gente pensar y por ende ser infelices; llega un día en el que se pregunta por el contenido de los libros y se anima a leer uno. Así, su vida se pone de pies a cabeza en dos segundos, apenas pasa las páginas e intenta pensar en lo que está leyendo. A grandes rasgos esta trama parece casi un chiste, casi divertida, pero lo cierto es que deja demasiado a qué pensar. El autor se esmeró de verdad en dar un nuevo toque a un tema tratado por otros. Orwell lo hizo en su 1984, o Huxley en su glorioso Un mundo feliz. Pero Bradbury enfrenta lo ya conocido desde una perspectiva que hasta el momento yo no había leído.
Es momento que hable un poco del entorno en que Ray Bradbury nos introduce para que comprendan las diferencias. No se las diré para que, como el mismo Montag nos lo dice, pensemos un poco al respecto. Para comenzar con este punto, tenemos un lugar donde lo más importante es la "familia". Y por ese término me refiero a cuatro paredes con televisores que las abarcan enteras, mismas en las que se proyectan de forma continua un montón de personas virutales que te dan "noticias" y te presentan los programas de chismes a gritos. Tal cual. Esa es la familia a la que todos aman, escuchan y por la que se preocupan. En el caso particular de Mildred, esposa de Montag, su preocupación más grande es poder comprar la cuarta pared de su sala de estar porque la programación en sólo tres no le parece suficiente. Ahora bien, las entretenciones de este mundo son variadas. Van desde conducir a más de 100 kilómetros por hora atropellando gente en la calle (locos, ya nadie camina en ese tiempo), hasta vivir (¡VIVIR!) con un auricular en el oído, ignorando a las personas de carne y hueso, porque prefieres por mucho darle oídos a tu "familia". Se ha convertido en cosa extraña caminar por la calle, o hablar entre parejas, y ni qué decir de sentarte en silencio. Todo es ruido, todo es eso que te procura la felicidad sin pensar demasiado en nada, porque el que piensa se preocupa, y el que se preocupa es infeliz. Han quedado de lado las escuelas, los profesores, los títulos universitarios. Todo lo que necesitas está al alcance de la mano, en una pantalla, en un tiempo corto (porque ya nadie espera o tiene paciencia). ¿Les suena vagamente familiar?
Sobre los personajes no tengo demasiado qué decirles pero sí quiero concretarlos para que entiendan un poco más sobre el texto. Ya les hablé de Montag, este hombre que comienza a leer y abre los ojos a este nuevo mundo lleno de altas y bajas, lleno de posibilidades. Lo que no les especifiqué es que tiene esta esposa, Mildred, que ama más a las tres paredes-pantalla de su sala de estar que a su esposo. A grandes rasgos, es la que introduce al lector al mundo en el que Bradbury nos quiere llevar. Ella sigue las reglas porque es lo correcto, aunque a veces se sienta mal y se tome todo el envase de pastillas a tal grado que su marido deba llamar una ambulancia; ella está "bien" y tiene "amigos". Aunque también aparece el capitán Beatty, el jefe de Montag en la estación de bomberos. Es, creo yo, el personaje que más llamó mi atención. Se trata de un hombre que ha leído. Conoce los libros y a veces los cita en voz alta, pero siempre los pone como ejemplo de algo malo. Es un hombre inteligente cuya postura no logré descifrar del todo. Contrario al viejo profesor que ayuda a Montag en su aprendizaje. Él es la cara del miedo que una persona puede tener ante la adversidad y eso se nota desde su primera conversación con el protagonista. No por eso, desde luego, se trata de un mal personaje. Hace pensar a Guy y, de forma indirecta, nos hace pensar a nosotros.
Saludos enormes,