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Bloggscritores 5 y 6

Mis queridos seres míticos. Con esta entrada terminamos la iniciativa de Bloggscritores. Es por eso que hemos dejado las últimas dos entradas para este momento, además de por varios problemas que se nos presentaron a la mayoría de las participantes el mes pasado. Por lo demás, como cada mes desde hace seis (parecen menos) aquí estamos, algunas con más retraso que las otras pero al final todas publicando con el fin de entretenerlos un poco y dar nuestros blogs a conocer. 

¿Qué puedo decirles sobre esta iniciaitva? Principalmente, que me ha encantado, que me ha hecho ver el otro lado de la moneda. Nosotros siempre estamos intentando calificar los textos que llegan a nuestras manos, esta vez fue nuestro momento de ser las creativas, de poner el cerebro en marcha y ser, aunque fuera por un momento, medianamente juzgadas por nuestros lectores. A todas mis compañeras les agradezco enormemente su participación, sus ganas y su entrega, sus maravillosos escritos. Porque, creánme que los leí todos aunque no todos los comenté por falta de tiempo. Lo más seguro es que haga una segunda lectura y procure comentar en esta ocasión. 

Sin más qué decirles, me dispongo a mostrarles mis dos últimos relatos, mismos que espero sean de su agrado. Para estas dos últimas palabras tenemos: VIDA y ESPERANZA. Diviértanse.

Luz

Una esfera. Había comenzado siendo una pequeña esfera que se volvieron dos y luego tres. Eso le gustaba. Comenzó a contarse, a sentirse y pensarse, a hacerse parte. No había nada mejor que ser algo, pasar de ser nada, pasar de ser átomo, a ser ese algo sin forma que ya se identificaba como un eso. Él era un eso. Era el primero de los esos. Estaba completamente seguro pese a que en realidad no podía estarlo. ¿Qué tal si no era un eso, qué tal si era un todo? No se lo cuestionó en ese momento, no pensó en nada porque en realidad no podía pensar absolutamente nada. Era simple materia, una que creía ser, pero quizá simplemente no era. No se podía observar, no se podía pensar, pero creía que existía. Era, definitivamente, un eso.

Un día comenzó a pensarse. No podía sentirlo, pero sí podía pensarse. Estaba seguro de que podía hacerlo. De que no se veía, de que no se sentía, pero que se pensaba. Que era materia, aunque fuera gris, pero materia al fin. Eso y una cola, una especie de extensión extraña que lo había aydado a llegar al sitio donde se encontraba en ese momento, mucho tiempo antes de ser eso, cuando era un simple aquello sin estar completo. Ya se completaría solo. Ya lo haría como los otros esos que le hablaban tranquilamente. No es que pudiera escucharlos o que sintiera sus vibraciones a través de su lugar seguro, pero tenía la certeza de que le hablaban. Una certeza ciega, una fe que ninguna religión podría definir, identificar ni igualar nunca. Era un eso que pronto comenzaría a ser algo, como el resto.

Poco tiempo después, en algún momento sin que se diera cuenta cuándo, comenzó a sentir aunque no sabía lo que era sentir. Era como si de pronto tuviera un ser, tuviera un aparato con qué sentir. Era redondo. Pero no exactamente redondo. Era redondeado en algunos puntos, era medianamente más grande que su masa original. Estaba donde su cola había estado. La recubría, la protegía. ¿Tan valiosa era que necesitaba protegerla? Eso parecía. Sin duda era necesario. En su cola estaba su yo, su eso. Definitivamente era importante. ¿Era su cola lo que lo hacía sentir? ¿O era su masa gris? Quizá ambas. Intentó pensar, por primera vez, y pudo darse cuenta de las cosas. Los algos fuera de su lugar seguro le llamaban. Podía ver las sombras pasar sobre su lugar seguro, obscurecer por momentos la semipenumba. ¿Veía? ¿Estaba seguro que veía? Parecía que sí, eran esos orbes frente a su masa los que le daban el poder de observar todo eso a su alrededor. Se concentró en eso, en aprender formas, en ver sin colores, en comenzar a pensar. 

Se observaba las manos a través de la espesa penumbra. Eran estrechas, como de rana. Incluso a eso mismo le daba algo de asco, algo de preocupación, las membranas que unían una falanje conla otra, que las mantenían en forma, siempre cerca y a una distancia considerable. Membranas, eso era todo membranas y él mismo lo sabía. Era todo flujos, todo pedazos, todo materia gris y espinazo. Todo partes superpuestas mientras el tiempo pasaba. Pronto comenzaría a ser un algo. Eso estaba seguro.

Un día sintió hambre. No sabía lo que era el hambre, pero sabía que lo sentía justo frente a su espinazo, a su cola, debajo del enséfalo. Observó la conexión que lo unía a su algo portador. Era su Algo. Y, como si alguien leyera sus recientes pensamientos, el conducto comenzó a fluir, a llenarse de alimento -fuera lo que eso fuera- y a saciar un apetito que no sabía cómo clasificar. Y al siguiente momento escuchó. Era una voz profunda y grave que resonaba por todo su lugar seguro. Tenía un ritmo particular, una tonada que le gustaba, con notas superpuestas y afinadas, siempre afinadas. A Eso le gustaba ese sonido, esa voz profunda y por momentos rasposa. La catalogó como un Algo externo. Un Algo que aseguraba en los momentos más obscuros dentro de su lugar seguro que lo protegería siempre. No comprendía el motivo pero Eso se sintió completamente seguro ante esa voz. Además estaba su Algo portador. Una voz más aguda, menos penetrante. Esa voz se escuchaba como si la tuviera dentro, lo hacía vibrar entero cada que se presentaba.

La obscuridad y la luz se alternaban en su semipenumbra. Las voces de los Algos iban y venían. Catalogó a su Algo portador y a Algo protector como cercanos mientras que el resto de Algos iban y venían sin ton ni son, siempre tocando su lugar seguro. ¿Es que su Algo portador no les ponía límites? Era como si quisiera que todo el mundo lo conociera, como si estuviera orgulloso de su existencia. Porque sí, ahora podía existir y sentirse bien al respecto. Existía y pronto dejaría de ser un eso para convertirse en un algo. Sabía que lo haría, aunque no comprendía el como.

Un día, sin avisar, luego de cambios y más cambios, de aumento de peso, de voces extrañas que sólo se escuchan una o dos veces durante determinados momentos, eso lo siente. La primera en percibirlo, claro, es Algo portador. Se quejó de dolor mientras eso corroboraba desde su lugar seguro que se había puesto en movimiento y temblaba cada tanto. Sin duda Eso tenía tanto miedo como Algo portador, pero ambos tuvieron que ser valientes. Mientras el evento ocurría, Eso se dio cuenta de un aspecto importante. Dolía. Todo a su alrededor dolía. Era como si su lugar seguro sufriera y eso sufriera junto con el lugar. Se quejó, pateó e hizo un esfuerzo enorme por salir. Quizá el lugar seguro estaba enfermo. Tal vez lo razonable era salir y buscar otro sitio mejor. Con toda la tristeza del mundo, la pesadez de los miembros que no podían ser todavía controlados y un miedo irracional a lo que fuera que estuviera afuera, Eso se dispuso a empujar con sus piernas casi recién adquiridas. Y se percató de una cosa. Afuera le esperaba la vida, y lo más seguro es que sufriría hasta no quererla más, que le dolería física, emocional y mentalmente. Tuvo la seguridad justo en ese momento que era sólo el inicio. Que le esperaban pesares, hambrunas, desvelos, enojos, intentos de distracción. Pero también le esperaban alegrías, sonrisas fáciles, miradas significativas y a veces definitivas, le esperaban amores, ver a sus hijos crecer, realizarse como Algo dentro del mundo.

La vida. Tras esa luz que ya se avecinaba mientras sus pequeñas piernas daban el último empujón con toda la fuerza posible, Eso tuvo la certeza de que de eso se trataba la vida. Que eso, definitivamente, era vivir...


FIN.


Mi amiga Pan

Pan fue lo primero que vi al salir. Se puede decir que fue mi primera amiga real pues mis hermanos simplemente se limitaban a existir a mi lado. Mira que vivir tanto tiempo dentro de una jarra no es divertido. ¿Has intentado estar dentro de esas cosas? Huele a humedad, a moho y años de abstinencia de todo. Estar ahí dentro era un caos entero. Muchos dicen que es peor que el Tártaro mismo. Supongo que debería preguntárselo a Kronos para estar segura. Pero no es el tema. El punto es que esa jarra era terrible y debía agradecerle a Pan en su momento, o lo habría hecho de haber conseguido la libertad. Aunque tampoco es que tuviera demasiado tiempo de hacerlo. En un momento la jarra estaba sin tapa y todos mis hermanos se empujaban entre sí para ser los primeros en salir. Es por eso que yo tuve que quedarme. Todos me lanzaron atrás, incluso mi hermana gemela. Simplemente tomó sus cosas y se largó sin mirar atrás. Para cuando me di cuenta de nada Pan había puesto la tapa de nuevo y yo me había quedado completamente sola dentro. 

Al principio supongo que fue divertido. Tenía la jarra para mí sola. No había necesidad de discutir por espacio y ni hablar del caos de emociones que podía haber cuando todos estábamos despiertos. Fue más sencillo, mucho más sencillo. Así que los primeros 500 años se me pasaron como agua. Me entretuve de lo lindo viendo los espacios de mis hermanos, los estragos que habían dejado en sus paredes personales, sus recuerdos plasmados en los laterales de la jarra. Fue emocionante, incluso. Era mi sitio. Como ya dije, de haber tenido oportunidad, le habría agradecido a Pandora, pero apenas y pude verle las pestañas.

¿Que cómo es ella? Bueno, supongo que ha cambiado con los milenios pero al menos yo recuerdo que era baja, cabello entre castaño y oscuro, ojos enormes de pestañas gruesas y llamativas y una cara de tonta que no podía con su alma. Es por eso que abrió la jarra. Si quieres que alguien eche algo a perder dile que no lo haga. Nunca falla. Pan lo demostró.

Pero hablábamos de mis años en soledad. Volvamos al tema. Decía que los primeros 500 años fueron maravillosos. No había ruido. No estaban mis hermanos gritando por todo. No había nadie feliz hasta la locura, o molesto hasta el cansancio y ni hablar de los depresivos hasta el hueso. Era un silencio absoluto que yo podía romper a placer o mantener durante eones. Puedo decir que ni siquiera los echaba en falta. Me alegraba de que ellos estuvieran fuera, de que tuvieran una vida con los mortales y todas esas cosas. Seguro que se divertían atormentándolos, haciéndolos cambiar de opinión, recurriendo a las cosas más básicas para contradecirlos a sí mismos. Justo pensaba en eso cuando la segunda mitad de mi primer milenio llegó a la jarra. ¿Qué tal si se estaban divirtiendo demasiado? Yo ya había visitado todos los murales, todas las pertenencias restantes de mis hermanos; no tenía nada más en qué entretenerme dentro de la jarra. Comenzaba a envidiarlos. Quería salir y ver lo que ellos veían. Quería conocer a los mortales y atormentarlos también. De pronto la jarra me parecía claustrofóbica. Quería salir, sentir el aire, oler las cosas. No me importaba si los mortales eran desagradables, quería conocerlos. Lloré muchas veces, lo admito, sobre todo porque podía escuchar voces llamándome a gritos desde fuera. Eran los mismo mortales que me pedían como si necesitaran más de mí que de mi gemela. ¿Podía ser eso posible? No lo dudaba. Ella, para los mortales, era vana, era simple, era sencilla. Me aclamaban a mí. Y sin embargo, yo no podía dejar mi recinto. Luego de que Hefesto la creara, Pan me dejó sola para siempre y no volvió a abrir mi prisión. Imploré a Zeus por ayuda, mas se negó en redondo a escucharme y, si lo hizo, me ignoró olímpicamente. ¿Entendieron el chiste? Bien, sigamos.

Con el tiempo me fui acostumbrando a la oscuridad, a la soledad nuevamente. En algún punto de los años simplemente me acostumbré a escucharlos en la distancia, a separar los lamentos de las oraciones. Una puede escuchar demasiadas cosas, demasiados pensamientos, pero todos se reducen a las mismas ideas. Los mortales tienen la felicidad sin darse cuenta y se niegan por completo a observarla de frente. E incluso cuando lo hacen le temen en grande. Así que me piden a gritos, como si todavía quisieran buscarla. Se ciegan de manera voluntaria y fingen que no ven a mi hermana para poder llamarme en la distancia. A veces me pregunto si no estarán todos locos. Ella está ahí, afuera junto con el resto. ¿No creen que a la felicidad es un mal? Quizá en un inicio no lo es, pero se ha convertido. Es eso que todo mortal persigue pero que pocos se atreven a tomar en sus manos. La felicidad los aborda y ellos le dan la espalda para seguir sufriendo. Sí, prefieren a otro de mis hermanos. Es como si Zeus en persona les hubiera dicho que ese era su destino, que eso era lo justo. ¿Será realmente lo justo? Quizá no. Quizá simplemente es lo nomral para ellos. Mis hermanos han estado tanto tiempo a su lado que ya no saben ubicarlos y diferenciarlos. 

Pero he desvariado mucho en todo esto. Ni siquiera les he dicho mi nombre. Lo haré por el mero placer de pensar que alguno de ustedes es, pequeños mortales, lo suficientemente inteligente para reconocerme. Mi nombre es Elpis y los sigo esperando, a todos esos que me invocan e imploran, a todos los desesperados. Sigo en la misma jarra, en el mismo sitio en donde, tal parece, siempre estaré.

FIN.

¿Qué les parecieron mis divagaciones? ¿Les han gustado? Yo me he divertido mucho escribiéndolas pese a que me ha costado un montón desarrollarlas. De ahí el retraso. Lo siento muchísimo. Igual espero que ambos relatos hayan compensado la demora. De momento es todo de mi parte. Como siempre, espero verlos en los comentarios y que me digan si les parecen bien o si debo mejorar ciertos aspectos. Y recuerden pasar a los blogs de mis compañeras de aventura:


Saludos enormes,


Bloggscritores 4

Mis muy queridos seres míticos.

Soy yo de nuevo con una entrada más de esta inciativa que nos ha llevado a todas a descubrir talentos que no pensamos que tuviéramos. Al menos yo no lo pensaba. ¿Se están divirtiendo hasta el momento con nuestras hisotiras? Porque nosotras estamos de maravilla escribiéndolas. ¿Cuál ha sido la que más les ha gustado? ¿Ya se han pasado a los blogs de mis compañeras a leer sus historias. Porque yo, con toda franqueza, no había podido hasta hoy. Es por este motivo que vengo con cuatro días de retraso a postearles la entrada. Como sea, para los que no se han pasado a los otros blogs a ver las historias, aquí les dejo los links:


Algunas de ellas están en pausa y otras como yo llevan algo de retraso. Conforme los meses avanzan esto comienza a ser algo más complicado. Pero aquí seguimos, al pie del cañon, siempre intentando traerles lo mejor de nuestro trabajo para ustedes. Y pues, bueno, no tengo más qué decir excepto que este mes la palabra me ha tocado a mí: IMPARABLE. No hay una razón concreta para esta palabra, sólo que me ha gustado. Espero que les agrade mi escrito y, bueno, sin más qué decir, aquí les dejo mi historia y les recuerdo que se pasen a las de mis compañeras.


Not old... just older...

Benjamín miró por la ventana. La tarde caía y estuvo seguro de que ya nadie iría a visitarlo. Esa sería la cuarta semana seguida que su familia lo olvidaba en ese maldito lugar de mala muerte, completamente solitario, sólo rodeado por vejestorios igual que él, gente inútil que ya ni siquiera servía para causar lástima a sus familias y que estas, por fin, pudieran ir a cumplir y entretenerlos (sacarlos de la rutina) una mísera hora. El horario de visita tocaba a su fin y el viejo estuvo bien seguro que nadie llegaría de último momento, implorando por verlo. Había dejado de ser importante o relevante. Su familia prefería esos aparatejos que los mantenían a distancia entre sí. ¿Es que no se daban cuenta que el avance del tiempo era imparable? No había manera de detenerlo. Eventualmente ellos se verían como él mismo y se encontrarían a la larga extrañando y necesitando ese afecto que ahora rechazaban.

Benjamín se miró al espejo y no pudo reconocerse. Quizá por eso su familia ya no lo visitaba, porque ya no era la misma persona Se dio cuenta de que ya no era ese hombre divertido y sarcástico que había sido en su juventud, ese que había enamorado a su esposa. Ya no sonreía con frecuencia. O lo que era peor, ya no encontraba motivos para hacerlo. ¿Cómo es que había cambiado tanto con el tiempo? Él que había sido intempestivo, que había sido imparable como el mismo tiempo, de pronto se había convertido en eso que se juró jamás ser. Suspiró contra la superficie reflectante, dejando una marca de vaho que distorcionó su propio reflejo de anciano amargado. 

Recordó mejores días. Esos momentos en que no le importaba el dolor y hacía cosas. ¿Había llorado cuando se fracturó los dos brazos al andar en patineta y caer por unas escaleras? No. ¿Había tenido miedo cuando su padre, a los 12 años, lo enseñó a surfear? Quizá un poco. Pero todas esas cosas no lo pararon entonces. Siempre fue el joven Benny que se tragaba el pánico y se ponía en marcha. Incluso recordaba el día de su boda, ese temblor en las manos y la capa asquerosa de sudor sobre el labio. Ni siquiera en ese momento, ni siquiera ante toda esa gente, reculó un poco. ¿Qué había pasado con él? Que se volvió viejo. Ahora ni siquiera podía caminar por su propia cuenta. Debía usar andadera o dejar que una enfermera lo arrastrara por el deprimente asilo en una silla de ruedas. No quedaba nada de ese hombre que procreó al mayor de sus hijos en el callejón trasero de un bar. 

Se observó el el espejo. Acabado. Con las mejillas arrastrando y los ojos opacos y ocultos debajo de los párpados aguados. 

Fue en ese momento que tomó la determinación. Tomó los frenos de su silla y tiró de ellos con fuerza, anclándola al lugar en el que se encontraba. Se observó una última vez, sintiendo asco por sí mismo, y bajó los pies de los estribos. Nadie le iba a decir lo que tenía que hacer. Él era Benjamín, el mismo hombre que había aprendido a andar en motocicleta pese a los regaños de sus padres. Por eso puso el primer pie sobre el suelo, afianzando el agarre de sus manos sobre los laterales de la silla. Él era Benjamín, la misma persona que se enlistó en el ejército y luchó en mitad de la selva por gente que no conocía. Respiró profundo y se sintió más joven, se sintió de 50. Casi pudo verse a sí mismo con su primer nieto en los brazos, quebrándose un poco y llorando de alegría al saber que su familia comenzaba a crecer. Con calma, puso el otro pie en el suelo porque él era Benjamín, la misma persona que bailaba hasta cansarse con una botella en la mano. Sonrió para sí mismo y se dio impulso, sintiéndose nuevamente de 30 años.

Y se puso en pie...

Elevó su cadera de la silla de ruedas y comenzó a caminar hacia la salida como el hombre joven que siempre había sido en el interior de ese gastado cuerpo. Iría a vivir, iría a sufrir y a ser feliz. Porque nadie le había dicho a qué edad uno está capacitado para hacerlo. Algunos se quejaban de ser demasiado jóvenes y otros, por el contrario de ser demasiado viejos. Lo que era él, Benjamín, simplemente dejaría de quejarse porque, sin importar que mañana no despertara, el día de hoy, como el tiempo, él era imparable.

FIN.

¿Qué les ha parecido la historia? ¿Les ha gustado? ¿No les ha gustado? ¿Debo dedicarme a dejar de escribir y seguir con las reseñas? Saben que todas sus dudas, quejas, sugerencias y amenazas de muerte son bien recibidas en los comentarios y, de la misma manera todas estas serán respondidas con la brevedad posible. 

Sin más qué decirles excepto que vayan a los blogs de mis compañeras y no olviden decirles que yo los envié. 

Saludos enormes,


Bloggscritores 3

Mis muy queridos seres míticos.

El día de hoy vengo a ustedes con un retaso de cinco días en mi post. Se suponía que lo publicaría el 31 de mayo pero, por cuestiones fuera de mi alcance como las compañías de internet y la muerte de mi pc, no he podido postearla hasta este momento. De cualquier forma, agradezco enormemente a mis colaboradoras en esta iniciativa de Bloggscitores por echarme tantas porras en Whatsapp y decirme que no importa el tiempo, sino publicarla y, como es de esperarse, darnos la publicidad merecida. Es por eso que el día de hoy, antes de pasar de lleno a mostrarles mi pequeña historia sobre la palabra conexión, me tomaré el honor de presentar a mis colaboradoras:

https://leiwithmis.blogspot.mx/
Http://julianadelpopolo.blogspot.com
https://entre-cafey-libros.blogspot.com/
http://labibliotecadeailuz.blogspot.com
https://lectorasolitaria09.blogspot.com
http://dimarcheonline.wordpress.com

Como siempre, les recomiendo que se pasen por todos los foros y que, si los visitan, digan que van de nuestra parte. Todas ellas, me consta, son unas genios en lo que hacen. Ya me daré yo a la tarea de leer hoy todos sus escritos que, con toda franqueza, no he tenido tiempo de ver. Pero bueno, sin más qué decir al respecto, aquí les dejo mi cuento que está algo loco y no sé cómo es que ha llegado a la luz.

Conected

No se registra una camaradería como
 la que existía entre Castor y Pólux.

Mitos griegos II.
Robert Graves.

Estaba dormido cuando lo sintió, punzante en la muñeca derecha, como si alguien lo tomara de la extremidad hasta querer arrancársela. Se observó la mano, preocupado ya que el dolor no se detenía. Pese a que ese tipo de cosas le pasaban con frecuencia, Pólux no comprendía por qué. Era como si otra persona, como si un doble, padeciera lo que a él tanto le dolía. Se preguntó mentalmente si cuando a él lo lastimaban, ese otro también lo sentía. Por alguna extraña razón, estuvo seguro de que era el caso. Así que, molesto, tomó la navaja que su padre le había regalado hacía años y se pinchó el dedo. Pero a Cástor no le dolió demasiado. Su padrastro le había dado ya una tunda y dudaba que ese pincho en el dedo pudiera afectarlo más. No creía que haber dejado escapar a los cerdos fuera para tanto, menos si los había recuperado uno a uno antes de que la labor comenzara. Al final del día, no perdió ni tiempo ni cerdos. Sin embargo, como siempre pasaba, su padrastro no tenía compasión por nada. Pese a sus 13 años, el chico debía hacer las cosas como adulto, no había otra manera.

-La zorra de tu madre se largó nada más saliste del huevo y ahora tengo que lidiar contigo. ¡Por lo menos gánate el maldito pan que te llevas a la boca! –era su cuento de todos los días. Era por eso que, con el tiempo, Cástor había aprendido a no reírse sobre el tema del huevo. Cuando era más chico preguntó al respecto, pero lo único que se llevó fueron unos golpes secos y una cara de desagrado. Al pasar de los años, la referencia del huevo le parecía más bien una metáfora para decir que su madre se había ido en cuanto dejó de amamantarlo.

Así que se levantó del suelo, se ató bien las sandalias, y continuó con su trabajo antes de que su padrastro lo reprendiera por holgazanear. Mientras tanto, una vez que el dolor lo había despertado, Pólux también se puso en pie, pero de la cama. Se desperezó y observó a su hermana, Helena, todavía dormida en la cama gemela a la suya de la habitación que compartían. Le acarició el cabello y salió a una mañana fresca. Sabía que el clima cambiaría, como todos los días, que se volvería caluroso, pero al menos podía disfrutar de esto. Respiró profundo mientras una imagen lo asaltaba: un campo lleno de plantas cuyo nombre desconocía, y cerdos que iban y venían en el corral. Por alguna razón, sintió que estaba en casa.

Esa sensación le duró los siguientes 20 días. Pólux cerraba los ojos por momentos, intentando pensar qué era lo que le llamaba, de dónde venían esas imágenes. Incluso cuando sus visiones no eran buenas, se preguntaba sobre su origen. Era demasiado para él, un simple chico de ciudad a sus 13 años. Es por eso que ese día, cuando sintió que no pudo más, tomó sus cosas, empacó unas cuantas prendas y se despidió de su familia. Necesitaba salir a encontrar esa parte que sentía que le faltaba, fuera cual fuera. Necesitaba sentirse medianamente completo o, por lo menos, no sentirse tan perdido. Por otro lado, a unos 80 kilómetros de la ciudad, Cástor recibía otra tunda con un palo por vender una cabra sin permiso. Su padrastro había estado enfermo y, sin dinero, el muchacho se había visto forzado a vender la susodicha cabra y comprar unas hierbas. Claro que, en ese momento, mientras se dolía, tumbado en el suelo, se arrepentía totalmente de haberlo ayudado. Ahí dolorido, Cástor jamás se imaginó que alguien había salido en su búsqueda.

Los años pasaron, como todo en la visa. Cástor siguió trabajando la tierra bajo la estricta mirada de su padrastro mientras Pólux conocía lugares y gente, viajaba siempre protegido por la olímpica mirada de su padre a quien a veces dedicaba libaciones y hecatombes pidiéndole que lo ayudara en su búsqueda. Y así lo hizo, pero hasta tres años después, cuando Pólux casi se daba por vencido. Un hombre, un tal Jasón estaba reuniendo un grupo de personas para ir en busca de del Vellocino de Oro. Durante la noche, su padre se le apareció en sueños y le dijo que se enlistara con dicho hombre, que se uniera a él en una última aventura antes de que todo terminara, antes de que volviera a casa con Helena y  siguiera su vida de forma normal. Y eso hizo Pólux, al siguiente día apareció en el muelle, buscando a Jasón, y le dijo que se enlistaba. Jasón lo miró sin entender nada y alzó una ceja.

-Quedó claro la primera vez que me lo dijiste, muchacho –aseguró, confundiendo a Pólux con Cástor ya que este segundo, tras la inminente muerte de su padrastro el día anterior, se había sentido en la necesidad de salir a buscar aventura, de salir a buscar el propio rumbo de su vida. De cualquier forma, ya que Pólux no entendió el comentario, fue a apuntarse en la lista con el segundo de a bordo y se recargó contra la baranda del muelle, esperando por abordar.

Fue ahí cuando la mirada de ambos se cruzó. Era exactamente el mismo tono de ojos y la misma forma, sólo que había algunas diferencias. Cástor tenía la piel tostada por los años en el campo y su cabello era algo más oscuro, mientras que Pólux tenía unos rulos dorados que sacaban destellos con el reflejo del sol. En la distancia se estudiaron de los pies a la cabeza. Su complexión era la misma, pese a que Pólux no había trabajado demasiado su cuerpo. No se podría decir quién de los dos era más alto. Sin poder evitarlo, ambos se sonrieron cuando sus miradas volvieron a cruzarse. Entonces Cástor se acercó a Pólux y le dio un golpe seco y juguetón en el hombro.

-Me dolió el dedo esa vez –renegó a modo de broma.

FIN.

¿Qué les ha parecido? ¿Les ha gustado? ¿Debería retirarme del negocio? Como sea, saben que espero sus comentarios más abajo y que, además de leerlos todos, prometo comentarlos uno a uno ya que siempre son agradecidos. Por lo demás, sólo me queda aclarar que nada de esto está apegado a la mitología “oficial” así que le recomiendo a mis haters que no comiencen con lo de las edades de los gemelos y esto y lo otro. Y sin más qué decir por el momento, espero en serio que les haya gustado. Además les recuerdo que se pasen a las historias de mis compañeras y les dejen bellos comentarios.

Saludos enormes,



Bloggscritores 2

Mis queridos inmortales.

¿Sorprendidos que de nuevo sea yo? Pues sí. Este fin de semana me he dado a la tarea de no abandonarlos y prometo ponerme al día con mis reseñas para cumplir con la cuota anual de 20 como mínimo. De verdad que trabajo en ello. Incluso tengo un libro en puerta de un latino amigo de un amigo –Jonathan Vázquez- que hasta el momento es buenísimo y otro más por parte de uno de nuestros grandes colaboradores. Además, claro, reseñas de Wattpad (estoy escogiendo algo que en serio merezca ser reseñado) y una sorpresa conjunta con colaboradores del mundo mortal originarios de mi ciudad que en serio les va a gustar tanto como a nosotros hacerlo. Pero bueno, vayamos al punto y entremos en materia. Como es de esperarse, vengo a ustedes el día de hoy porque es final de mes y, como cada final de mes durante estos seis meses, he de hacer un cuento que compartir junto con nuestros colaboradores. No se olviden pasarse a cada uno de los blogs y dejar un comentario constructivo, tanto si les gustó como si no, diciendo siempre que Caronte los manda. Antes de comenzar y, temiendo que no lleguen al final de mi historia, les dejo los links de las otras participantes para que estén al pendiente:


Y sin más preámbulo, mi “maravillosa” (sí, claro) historia cuya palabra clave de este mes es ENREDADERA:


Compulsión

Sabía que de algún modo, quizá, estaba mal, que lo mejor era dejar de lado esas ideas, esos mirar a través de la enredadera. Su único amigo le decía que estaba mal, que no podía ser esa necesidad tan compulsiva, tan apabullante. Además, él, Denis, se veía como un acosador para todos cuantos lo pudieran sorprender en el momento. Sin embargo, su mejor amigo no entendería del todo sus emociones porque él no había estado ahí, no había visto y sentido lo que él. Siempre que miraba a través de esa selva verde volvía se sentirlo, aunque fuera un momento, y lo recordaba vívidamente. De decirlo en voz alta, más que juzgarlo acosador, lo pensarían loco. Es por eso que Denis sonrió con nostalgia, recordando cómo había llegado a ese lugar.

Sólo tenía 16 cuando todo pasó. Huía de su madre sumisa y su padre que pensaba que las mujeres existían para acatar órdenes. Pese a su estado de varón, Denis siempre había pensado que dicho trato no era el indicado. Recordaba claramente que esa mañana se puso en pie a primera hora y comenzó a caminar por la calle sin rumbo fijo hasta que la vio. Cualquier otro día sólo le parecería un montón de plantas contra un muro extraño pero, esa mañana, era como si dichas plantas tuvieran consciencia propia. Podía escucharlas, por lo bajo, a todas esas hojas hablando las unas con las otras en una frecuencia que hasta el momento no había escuchado. Reculó ante dicho espectáculo y esperó en silencio, creyendo que quizá era una brisa arrastrando algo que producía ese sonido. Se quedó de pie, en mitad de la acera, esperando, hasta que una voz chillona lo hizo dar un bote en su lugar.

-Son fastidiosas cuando se ponen en ese plan –una chica bajita, que a duras penas le llegaba a la cintura, lo miraba con sus ojos enormes y castaños a través de unas pestañas espesas. Al momento Denis se dio cuenta del resto: de la cara medianamente infantil rodeada de un cabello sucio y liso que parecía cortado por ella misma, de la ropa sucia y raída que parecía demasiado grande para sus pequeños miembros. Confundido, Denis alzó una ceja –Te están pidiendo que no las escales –le aclaró y el chico sintió que se perdía de algo grande –Todas las enredaderas siempre piden lo mismo pero son pocos los que entienden la realidad. No es cuestión de treparlas, sino de atravesarlas.

En sus cortos 16 años (casi 17 porque estaba a tres días de cumplir años) nadie le había dicho una cosa tan extraña como esa.

-Detrás hay un muro –le informó Denis, como si la chica fuera retrasada. Pero ella no se lo tomó a mal y, al contrario, asintió con la cabeza.

-¿Qué clase de enredadera sería si no tuviera uno detrás? En ese caso se volvería un simple arbusto –hizo rodar los ojos, como si hubiera dicho la cosa más obvia del mundo y se encaminó hacia la enredadera sin siquiera apartarla de su camino y desapareció. Muerto de miedo, Denis se quedó unos segundos más antes de seguir a la chica, sacando valor de un lugar hasta entonces desconocido. Ella lo esperaba, sentada sobre una roca al final de un camino de tierra bordeado por un bosque que no tenía fin –Estaba comenzando a preocuparme. Pensé que tendría que regresar al mundo temporal por otro mortal normal y corriente –se estremeció como si la sola idea le preocupara –Soy Mabel, por cierto.

-Denis… -murmuró el chico, no muy convencido de qué hacer o decir. Vio que “Mabel” enfilaba por el camino y la siguió de cerca -¿Qué es este lugar?

-Es Ponath town –al ver la cara de desconcierto de Denis, explicó: -Es un lugar atemporal dentro de otra dimensiona a la que sólo se puede llegar de dos maneras: o eres invitado por un habitante –se señaló a sí misma –o sabes cómo llegar.

El resto siempre se lo ha guardado para él porque se entremezcla con hazañas increíbles. Si mal no recordaba había hasta un dragón involucrado. Según lo dicho por Mabel, todos en Ponath estaban cayendo lentamente en un sueño que, al pasar de dos días, los convertía en cenizas que se llevaba el viento. Desesperada, Mabel fue en busca de una anciana sabia que vivía lejos del pueblo. Fue ella la que le dijo que buscara a un mortal del mundo temporal y que lo llevara con el dragón, él sabría qué hacer. Y lo supo, dicho dragón llamado Aliztair los llevó en su lomo tan rápido como pudo a la choza de la vieja bruja que creó el conjuro pasadizo que conectaba Ponath con el mundo temporal. Ella, por mera rabia, había soltado ese conjuro que ponía a todos en un letargo que terminaba por desvanecerlos. Los odiaba, a todos, porque la habían desterrado simplemente por la extinción masiva de hombres-gato que ella se dispuso a hacer. ¡No era para tanto! Que supieran hablar, negociar y tuvieran su propio gobierno (a veces más funcional que el propio) no era motivo suficiente para considerarlos sus iguales. Le era irrelevante, incluso, que muchos quisieran ir como refugiados de guerra a las naciones de los elfos, los gnomos e incluso los duendes. Para ella no eran mas que seres insignificantes que le servían como materia prima de sus hechizos más potentes. Pero pudieron con ella. Denis pudo con ella. Su magia no lo afectaba porque era inmune a quedarse estancado y aletargado en el sueño. Su mundo se regía por horas que avanzaban, sucediéndose unas a las otras. Era imposible que la bruja lo dejara estático.

En todo eso pensaba mientras observaba la enredadera al otro lado de la avenida de esa nueva ciudad a la que se había mudado tras terminar la universidad. En eso y en la despedida. En las palabras de Mabel cuando le dijo que podía quedarse.

-Pero no quieres… -había murmurado la chica –Algo te espera en el lugar de los relojes… -lo miró por última vez con esos enormes y redondos ojos suyos antes de dejarlo cruzar. Pese a sus ganas, Denis no podía quedarse en Ponath. Su madre se quedaría completamente sola sin él, a merced de su padre. Era necesario regresar. Y así lo hizo. Al menos físicamente porque su mente vivía de forma constante en ese lugar que cada día parecía más un sueño que tuvo de pequeño. Se fue difuminando lentamente entre la frustración y el desasosiego de no poder regresar al no tener manera de contactar a nadie que lo llevara ni saber cómo llegar por sí mismo. Hacía más de seis años que su madre había muerto, ya no pertenecía a ese mundo y, sin embargo, nadie jamás había vuelto por él. Quizá después de todo sí que era un sueño, uno del que era necesario despertar.

Molesto consigo mismo se hizo la firme promesa de no volver a mirar a través de una enredadera a la espera de ver Ponath al otro lado. Nadie lo había buscado, ni Mabel, ni el dragón. ¡Él también los olvidaría! Se convertiría en ese hombre adulto que se suponía que debería ser, ese que tenía un trabajo cómodo pero mediocre en una oficina cualquiera… Reprimiría dentro de sí esa necesidad, esa compulsión a veces enferma de acercarse a ver si las hojas le susurraban de nuevo o si había algo más que un muro tras las enredaderas. Ignoraría el sudor en las manos o el escalofrío de emoción que le recorría la espalda cuando una brisa ligera movía las plantas. Haría como que ya no sentía ni pensaba nada sobre el tema. Sería como superar una adicción que lleva tantos años contigo que parece más bien una costumbre.

-Pareces demasiado enojado. Seguro que ya no las escuchas, pero te siguen pidiendo que no las escales –unos ojos redondos y grandes le devolvieron la mirada. Denis sonrió de forma genuina por primera vez en muchos años. Era momento de volver a casa.
FIN



¿Les ha gustado? ¿Sí? ¿No? Como siempre, espero sus dudas, quejas y amenazas de muerte en los comentarios, además de sus recomendaciones para hacer de este (y los anteriores o los que vengan) cuentos mejores. Por supuesto, también espero sus correcciones ortográficas. Miren que no soy Zeus aunque a veces lo parezca y cometo errores. Y creo que esto es todo, no tengo nada más qué decir por el momento excepto que, como siempre, estén al pendiente de nuestras reseñas y de todo lo que tenemos (y claro que escribiremos) para ustedes.


Saludos enormes,


Bloggscritores 1

Mis muy queridos lectores del inframundo.

El día de hoy vengo a ustedes con el torso vacío lleno de alegría. Es el inicio de nuestra nueva iniciativa Bloggscritores. Para los que no saben, esta iniciativa se formó gracias a una conversación con Ailin por Facebook y pues, bueno, aquí nos tienen, dando lo mejor de todas nosotras –porque no se inscribieron chicos, hasta el momento. Si esto progresa ya veremos una segunda ronda –.

Para los que no hayan prestado mucha atención a nada en particular, les explico. La idea es cada mes escoger una palabra y sobre ella armar un cuento de mínimo dos hojas en Word y máximo tres. Somos seis personas en la iniciativa y el plan a largo plazo es darnos a conocer todos en los blogs de los otros. Al final del día lo que queremos es convivir entre bloggers y, por qué no, a la larga hacernos de más seguidores. A continuación les pongo los links de cada blog para que se vayan familiarizando. 

https://leiwithmis.blogspot.mx/
Http://julianadelpopolo.blogspot.com
https://entre-cafey-libros.blogspot.com/
http://labibliotecadeailuz.blogspot.com
https://lectorasolitaria09.blogspot.com
http://dimarcheonline.wordpress.com

Sin más preámbulo les diré que en esta ocasión toca la palabra MUERTE como tema principal de nuestra entrada. Así no les digo más y dejo que las palabras hablen. Eso sí, les recuerdo que se pasen cuanto antes a leer el resto de los cuentos y no sean tan malos conmigo que todo esto lo hacemos como escritores aficionados.


Las vacaciones de la muerte

La noticia estaba circulando alrededor del globo de forma indiscriminada. Todos los noticiarios lo transmitían en vivo en cualquier idioma del que hubiera conocimiento. La directora general de la OMS miraba a la cámara muerta de rabia y ella, la Muerte, casi podía sentir que se dirigía a su persona, que esa mirada fija en la cámara iba dirigida a su ser milenario. Luego de eones sin sentir una sola cosa, la Muerte se estremeció hasta el tuétano.

-Te declaro la guerra –sentenció la directora ante la cámara con un tono aparentemente tranquilo –Por todos esos seres que te has llevado injustamente. Crees que puedes con nosotros pero no te percatas de que somos la punta de la cadena alimenticia. Nuestra inteligencia superior nos da armas incluso en contra tuya.

La Muerte tenía muchos argumentos en contra de esas palabras, pero se lo pensó un segundo. ¿Sería correcto aparecer frente a esos cientos de millones de personas insignificantes para hacerles ver su lugar en el cosmos? Siempre había sentido que se daban demasiados aires para ser alguien que moría a la mínima provocación, pero ese tipo de declaraciones eran demasiado. ¿Es que no entendían su función? Se la pasaban quejándose de su existencia y, sin embargo, había tanto en que los ayudaba. Suspiró sin dejar vaho contra el cristal de la tienda departamental donde miraba las noticias y esperó en silencio. Su lista decía que dentro de 30 segundos el hombre gordo sacaría un arma y le volaría la cabeza a la cajera. Fue en ese segundo, en el número 29, que tomó la decisión determinante que afectaría a todos esos simples mortales demasiado pagados de sí mismos. Decían que tenían tecnología tan avanzada que la dejarían en vergüenza, que pensaban ganarle la guerra… No ganarían nada si no se presentaba ese suceso. ¿Qué pasaría si se iba? ¿Qué tan difícil sería tomar vacaciones en otro de los billones de planetas que estaban habitados en ese momento en la Vía Láctea? Al final del día, según las declaraciones de la directora de la OMS, los seres humanos, los habitantes de la tierra, no la necesitaban. 

Giró en redondo para observarlos. ¿Qué harían estos seres obesos y egoístas si ella se iba? Vamos, que ni siquiera ellos apreciaban su propia vida. Iban y venían por el globo estresando sus cuerpos, comiendo basura, trabajando demasiado, sin pararse ni un solo momento a observar los paisajes que antaño eran primordiales. Los padres malcriaban a sus hijos, siempre procurando darles todo y sin enseñarles la forma de ganárselo. Las mujeres renegando del machismo y procurando iniciar campañas tan tiránicas como la postura que tanto odiaban. Los niños haciendo rabietas en público sin ser castigados sólo porque sus padres no quisieron comprarles el juguete de moda. Todos ellos gordos, con papadas inmensas y muslos del tamaño de troncos, siendo arrastrados por todos esos aparatos que gente un poco más ingeniosa inventaba para transportar a los holgazanes. Ellos no eran nada y no se daban cuenta de ello. Y fue precisamente por eso que la Muerte, sonriendo, dejó caer la hoz contra el asfalto de esa calle, frente a ese aparador, y desapareció.

El primero en notarlo fue Marcus Acher. Estadounidense. Cuarenta y siete años. 158 kilogramos de hamburguesas diarias compradas en la esquina de su oficina. Con tres hijas adolescentes y una mujer en casa que lo esperaban para cenar esa noche con la noticia que la menor de su progenie estaba embarazada de ese inmigrante indocumentado que habían contratado para podar el césped. Sintió el flechazo contra el pecho. Fulminante y cegador, mismo que le robó el aliento. Luego otro y otro más. Se moría, tenía un infarto. En su mente juró no volver a comer otra hamburguesa si dios lo bendecía con otro día para ver a sus hijas y a su mujer. Pero en un punto, no supo cuándo, el dolor se hizo tanto que prefirió morir. No pasaba nada mientras el dolor terminara justo en ese momento. Poco importaba la segunda hipoteca sin pagar que le dejaría a su esposa, o que sus hijas no fueran a la universidad. Todo lo que quería era morir en ese momento. Pero no pudo. Luego de un rato, su corazón paró por completo, pero él no murió. Con un par de golpes contra el plexo solar izquierdo, todo quedó en su sitio. Olvidó su promesa a dios y, para festejar, salió de su oficina y pasó por una hamburguesa de la esquina antes de llegar a casa y cenar en familia. Tres horas después le dio su segundo infarto al enterarse de la noticia nada favorecedora del embarazo de su hija. Tristemente para él, también salió vivo de esa. 

Como él existieron otros casos y nadie sabía cómo interpretarlo. ¿Era una buena señal, una divina, que los eximía de morir por su bondad? ¿Era un castigo por ser tan pretenciosos como para evitar la muerte por siempre? No había manera de responder a esas preguntas y muchos otros ni siquiera se tomaron la molestia de planteárselas. Hubo gente que se conformó con su nueva condición y pasó directamente a lo que quería: tenían sexo sin protección, iban a dispararle a sus enemigos, corrían a mutilar a las personas que odiaban. Desde luego, no todo era masacre. Los hubo que prefirieron ver esto como una segunda oportunidad y dedicar su vida a dios, otros tantos que lo vieron como un mandato y se dedicaron a procrear con tanta frecuencia como su cuerpo lo permitía. 

Pasados los años no fue extraño toparse a una madre con más de 40 hijos corriendo detrás de ella, a ancianos con más de 200 años que se arrastraban por las calles en busca de comida, a personas mutiladas que no tenían manera de ser recompuestas. En las calles los perros se peleaban por los restos aunque las personas todavía gritaran que les regresaran sus miembros. Sin embrago, todo eso no era suficientemente malo. El planeta entero comenzaba a decaer. El agua acababa y la comida escaseaba. Un día, sin que se supiera como, todo se extinguió. La gente tenía hambre, sentía sus estómagos gruñir y retorcerse, sin tener a la mano nada que darles. Tenían los labios resecos por falta de agua y no había sitio de dónde beber. Un grupo de gente con dinero se adueñó incluso del agua salada y terminaron por acabarla de forma egoísta en unos cuantos años. No había manera de evitarlo. Incluso si lloraban, rogaban o imploraban, ninguno de ellos veía el fin de su agonía en la muerte. 

Los años siguieron su curso y, pese a todas esas calamidades y carencias, el humano sigue siendo humano y se maneja por el instinto. No había manera de comer o beber algo, así que se dedicaron a tener sexo. Al menos ese antojo sí que se podía satisfacer. Comenzaron a hacerlo por mera saciedad y luego por entretención. ¿En qué se puede perder el tiempo día a día si ya se han leído todos los libros, se han visto todas las películas y se han escuchado todas las canciones? Lo peor es que ya nadie tenía creatividad. El hambre y la sed no los dejaban pensar en nada más. Si se hacían poemas, canciones, películas o libros eran referentes a comida y agua; y de leerlos, el antojo enfermo e incontrolable los invadiría. Por eso las personas se decidieron a tener sexo. Lo hacían en todos lados, en cualquier momento y de forma indiscriminada. Incluso lo hacían cuando no tenían ganas sólo para no pensar en comida y agua. Así, poco a poco, el espacio llano que era la tierra se fue ocupando lentamente. Un niño aquí, una niña allá, dos adolescentes más a la derecha. Ellos crecían, los otros también, y tenían sexo de forma indiscriminada para dejar a sus costados a los hijos que crecerían sin comida ni agua y buscarían una forma de desviar sus pensamientos.

Fue Andrea Márquez la que se dio cuenta de ello, del final de todo, cuando vio a su bisabuela pasar la frontera de Juárez a El Paso empujada por la multitud de personas que se apiñaban unas contra otras. No había forma de moverse así que todo se hacía de pie. A donde se girara siempre había alguien tocándole el cuerpo a uno. Un día, ni siquiera fueron capaces de ir más lejos a visitar a sus amigos y debían hablarse a gritos. El ruido en hora pico era insoportable. Y el olor a inmundicia, a cuerpo sudoroso que no se había bañado en meses, quizá años, quizá milenios. ¿Cuánto hacía que alguien no moría? Nadie lo recordaba. 

Llegados a ese punto, apiñados los unos contra los otros, oliendo lo peor que el mundo puede oler, con la boca partida de sed y el estómago en un puño de hambre; la directora de la OMS cerró los ojos y murmuró:

-Haz ganado. Tienes razón, no sólo te necesitamos, te pedimos que vuelvas. Somos simples humanos, somos escoria a tu lado… Por favor… -y entonces, sin previo aviso, Marcus Acher cayó al suelo con el que sería su último infarto.

FIN

Sin más qué decir por el momento les agradezco enormemente su atención y los espero en los comentarios. Saben que siempre estoy dispuesto a responder si se hace una crítica constructiva.

Saludos enormes,


Iniciativa "El blogger del mes" por Libros de Ultratumba..

Hola, mis queridos seres míticos.

Hace mucho tiempo que no escribía en el blog. Ustedes lo saben, esto de entrar a la universidad en el mundo mortal me ha dejado la perspectiva sin pies ni cabeza. Pero no crean, para nada, que los he abandonado ni mucho menos, sólo que mis lectutras van un poco lento y las reseñas... ni hablar. Pero bueno, pasemos al tema de hoy.

El día de hoy me he dado a la tarea de planear una iniciativa para celebrar que hemos pasado los 200 seguidores en el blog. Tenemos muchos en las redes sociales pero, al final de cuentas, lo que en serio es necesario, es tenerlos en el blog. Pero, dejen que les explique.

En vista de lo mucho que nos ha costado llegar hasta este punto, de lo difícil que es darse a conocer en el medio y conseguir seguidores, además de lo complicado que resulta tener patrocinio de las editoriales; he tomado la desición de ayudar un poco. El plan es este: hacer entrevistas periódicas a un blogger con respecto a su blog. Desde sus ideas, sus planes, el origen del mismo, hasta cómo es él o ella como persona. ¿Cuál es la finalidad total de esta iniciativa? Supongo que, como todas, darnos a conocer entre bloggers sin importar si nuestro número de seguidores es bajo. Eso sí, pondremos como límite los 999 seguidores, de ahí hacia abajo, todos los blogs pueden inscribirse. 

Llegados a este punto se han de estar preguntando ¿cómo rayos puedo participar en este asunto? Pues es muuuuuuy simple. Deben ser seguidores del blog y enviarme un correo a caronte.soultaker@gmail.com diciendo que quieren participar en la iniciativa. Lo de hacer una entrada de si participan o no en la iniciativa es meramente opcional aunque, eso sí, debemos mostrar el orgullo de participar en ella con el banner que he de dejarles aquí abajo. 

Los beneficios son, lo admito, no tantos como nos gustarían. Una vez al mes publicaremos una entrada con la entrevista realizada al blogger en cuestión. Siempre el último jueves de cada mes, además que los publicitaremos en el gurpo de Google +, Twitter, página de Facebook e Instagram (las redes sociales pueden encontrarlas en la barra de arriba). Todo con la idea de que el mundo los conozca como bloggers, personas, seres humanos y fanáticos de los libros. C

Pero bueno, como es de esperarse, siendo el inicio de todo el asunto, las primeras entrevistas serán a amigos bloggers a quienes acosaré hasta obtener respuestas. Sin más qué decirles por el momento, nos seguimos leyendo.

Saludos enormes,