Mis queridos seres míticos. Con esta entrada terminamos la iniciativa de Bloggscritores. Es por eso que hemos dejado las últimas dos entradas para este momento, además de por varios problemas que se nos presentaron a la mayoría de las participantes el mes pasado. Por lo demás, como cada mes desde hace seis (parecen menos) aquí estamos, algunas con más retraso que las otras pero al final todas publicando con el fin de entretenerlos un poco y dar nuestros blogs a conocer.
¿Qué puedo decirles sobre esta iniciaitva? Principalmente, que me ha encantado, que me ha hecho ver el otro lado de la moneda. Nosotros siempre estamos intentando calificar los textos que llegan a nuestras manos, esta vez fue nuestro momento de ser las creativas, de poner el cerebro en marcha y ser, aunque fuera por un momento, medianamente juzgadas por nuestros lectores. A todas mis compañeras les agradezco enormemente su participación, sus ganas y su entrega, sus maravillosos escritos. Porque, creánme que los leí todos aunque no todos los comenté por falta de tiempo. Lo más seguro es que haga una segunda lectura y procure comentar en esta ocasión.
Sin más qué decirles, me dispongo a mostrarles mis dos últimos relatos, mismos que espero sean de su agrado. Para estas dos últimas palabras tenemos: VIDA y ESPERANZA. Diviértanse.
Luz
Una esfera. Había comenzado siendo una pequeña esfera que se volvieron dos y luego tres. Eso le gustaba. Comenzó a contarse, a sentirse y pensarse, a hacerse parte. No había nada mejor que ser algo, pasar de ser nada, pasar de ser átomo, a ser ese algo sin forma que ya se identificaba como un eso. Él era un eso. Era el primero de los esos. Estaba completamente seguro pese a que en realidad no podía estarlo. ¿Qué tal si no era un eso, qué tal si era un todo? No se lo cuestionó en ese momento, no pensó en nada porque en realidad no podía pensar absolutamente nada. Era simple materia, una que creía ser, pero quizá simplemente no era. No se podía observar, no se podía pensar, pero creía que existía. Era, definitivamente, un eso.
Un día comenzó a pensarse. No podía sentirlo, pero sí podía pensarse. Estaba seguro de que podía hacerlo. De que no se veía, de que no se sentía, pero que se pensaba. Que era materia, aunque fuera gris, pero materia al fin. Eso y una cola, una especie de extensión extraña que lo había aydado a llegar al sitio donde se encontraba en ese momento, mucho tiempo antes de ser eso, cuando era un simple aquello sin estar completo. Ya se completaría solo. Ya lo haría como los otros esos que le hablaban tranquilamente. No es que pudiera escucharlos o que sintiera sus vibraciones a través de su lugar seguro, pero tenía la certeza de que le hablaban. Una certeza ciega, una fe que ninguna religión podría definir, identificar ni igualar nunca. Era un eso que pronto comenzaría a ser algo, como el resto.
Poco tiempo después, en algún momento sin que se diera cuenta cuándo, comenzó a sentir aunque no sabía lo que era sentir. Era como si de pronto tuviera un ser, tuviera un aparato con qué sentir. Era redondo. Pero no exactamente redondo. Era redondeado en algunos puntos, era medianamente más grande que su masa original. Estaba donde su cola había estado. La recubría, la protegía. ¿Tan valiosa era que necesitaba protegerla? Eso parecía. Sin duda era necesario. En su cola estaba su yo, su eso. Definitivamente era importante. ¿Era su cola lo que lo hacía sentir? ¿O era su masa gris? Quizá ambas. Intentó pensar, por primera vez, y pudo darse cuenta de las cosas. Los algos fuera de su lugar seguro le llamaban. Podía ver las sombras pasar sobre su lugar seguro, obscurecer por momentos la semipenumba. ¿Veía? ¿Estaba seguro que veía? Parecía que sí, eran esos orbes frente a su masa los que le daban el poder de observar todo eso a su alrededor. Se concentró en eso, en aprender formas, en ver sin colores, en comenzar a pensar.
Se observaba las manos a través de la espesa penumbra. Eran estrechas, como de rana. Incluso a eso mismo le daba algo de asco, algo de preocupación, las membranas que unían una falanje conla otra, que las mantenían en forma, siempre cerca y a una distancia considerable. Membranas, eso era todo membranas y él mismo lo sabía. Era todo flujos, todo pedazos, todo materia gris y espinazo. Todo partes superpuestas mientras el tiempo pasaba. Pronto comenzaría a ser un algo. Eso estaba seguro.
Un día sintió hambre. No sabía lo que era el hambre, pero sabía que lo sentía justo frente a su espinazo, a su cola, debajo del enséfalo. Observó la conexión que lo unía a su algo portador. Era su Algo. Y, como si alguien leyera sus recientes pensamientos, el conducto comenzó a fluir, a llenarse de alimento -fuera lo que eso fuera- y a saciar un apetito que no sabía cómo clasificar. Y al siguiente momento escuchó. Era una voz profunda y grave que resonaba por todo su lugar seguro. Tenía un ritmo particular, una tonada que le gustaba, con notas superpuestas y afinadas, siempre afinadas. A Eso le gustaba ese sonido, esa voz profunda y por momentos rasposa. La catalogó como un Algo externo. Un Algo que aseguraba en los momentos más obscuros dentro de su lugar seguro que lo protegería siempre. No comprendía el motivo pero Eso se sintió completamente seguro ante esa voz. Además estaba su Algo portador. Una voz más aguda, menos penetrante. Esa voz se escuchaba como si la tuviera dentro, lo hacía vibrar entero cada que se presentaba.
La obscuridad y la luz se alternaban en su semipenumbra. Las voces de los Algos iban y venían. Catalogó a su Algo portador y a Algo protector como cercanos mientras que el resto de Algos iban y venían sin ton ni son, siempre tocando su lugar seguro. ¿Es que su Algo portador no les ponía límites? Era como si quisiera que todo el mundo lo conociera, como si estuviera orgulloso de su existencia. Porque sí, ahora podía existir y sentirse bien al respecto. Existía y pronto dejaría de ser un eso para convertirse en un algo. Sabía que lo haría, aunque no comprendía el como.
Un día, sin avisar, luego de cambios y más cambios, de aumento de peso, de voces extrañas que sólo se escuchan una o dos veces durante determinados momentos, eso lo siente. La primera en percibirlo, claro, es Algo portador. Se quejó de dolor mientras eso corroboraba desde su lugar seguro que se había puesto en movimiento y temblaba cada tanto. Sin duda Eso tenía tanto miedo como Algo portador, pero ambos tuvieron que ser valientes. Mientras el evento ocurría, Eso se dio cuenta de un aspecto importante. Dolía. Todo a su alrededor dolía. Era como si su lugar seguro sufriera y eso sufriera junto con el lugar. Se quejó, pateó e hizo un esfuerzo enorme por salir. Quizá el lugar seguro estaba enfermo. Tal vez lo razonable era salir y buscar otro sitio mejor. Con toda la tristeza del mundo, la pesadez de los miembros que no podían ser todavía controlados y un miedo irracional a lo que fuera que estuviera afuera, Eso se dispuso a empujar con sus piernas casi recién adquiridas. Y se percató de una cosa. Afuera le esperaba la vida, y lo más seguro es que sufriría hasta no quererla más, que le dolería física, emocional y mentalmente. Tuvo la seguridad justo en ese momento que era sólo el inicio. Que le esperaban pesares, hambrunas, desvelos, enojos, intentos de distracción. Pero también le esperaban alegrías, sonrisas fáciles, miradas significativas y a veces definitivas, le esperaban amores, ver a sus hijos crecer, realizarse como Algo dentro del mundo.
La vida. Tras esa luz que ya se avecinaba mientras sus pequeñas piernas daban el último empujón con toda la fuerza posible, Eso tuvo la certeza de que de eso se trataba la vida. Que eso, definitivamente, era vivir...
Un día sintió hambre. No sabía lo que era el hambre, pero sabía que lo sentía justo frente a su espinazo, a su cola, debajo del enséfalo. Observó la conexión que lo unía a su algo portador. Era su Algo. Y, como si alguien leyera sus recientes pensamientos, el conducto comenzó a fluir, a llenarse de alimento -fuera lo que eso fuera- y a saciar un apetito que no sabía cómo clasificar. Y al siguiente momento escuchó. Era una voz profunda y grave que resonaba por todo su lugar seguro. Tenía un ritmo particular, una tonada que le gustaba, con notas superpuestas y afinadas, siempre afinadas. A Eso le gustaba ese sonido, esa voz profunda y por momentos rasposa. La catalogó como un Algo externo. Un Algo que aseguraba en los momentos más obscuros dentro de su lugar seguro que lo protegería siempre. No comprendía el motivo pero Eso se sintió completamente seguro ante esa voz. Además estaba su Algo portador. Una voz más aguda, menos penetrante. Esa voz se escuchaba como si la tuviera dentro, lo hacía vibrar entero cada que se presentaba.
La obscuridad y la luz se alternaban en su semipenumbra. Las voces de los Algos iban y venían. Catalogó a su Algo portador y a Algo protector como cercanos mientras que el resto de Algos iban y venían sin ton ni son, siempre tocando su lugar seguro. ¿Es que su Algo portador no les ponía límites? Era como si quisiera que todo el mundo lo conociera, como si estuviera orgulloso de su existencia. Porque sí, ahora podía existir y sentirse bien al respecto. Existía y pronto dejaría de ser un eso para convertirse en un algo. Sabía que lo haría, aunque no comprendía el como.
Un día, sin avisar, luego de cambios y más cambios, de aumento de peso, de voces extrañas que sólo se escuchan una o dos veces durante determinados momentos, eso lo siente. La primera en percibirlo, claro, es Algo portador. Se quejó de dolor mientras eso corroboraba desde su lugar seguro que se había puesto en movimiento y temblaba cada tanto. Sin duda Eso tenía tanto miedo como Algo portador, pero ambos tuvieron que ser valientes. Mientras el evento ocurría, Eso se dio cuenta de un aspecto importante. Dolía. Todo a su alrededor dolía. Era como si su lugar seguro sufriera y eso sufriera junto con el lugar. Se quejó, pateó e hizo un esfuerzo enorme por salir. Quizá el lugar seguro estaba enfermo. Tal vez lo razonable era salir y buscar otro sitio mejor. Con toda la tristeza del mundo, la pesadez de los miembros que no podían ser todavía controlados y un miedo irracional a lo que fuera que estuviera afuera, Eso se dispuso a empujar con sus piernas casi recién adquiridas. Y se percató de una cosa. Afuera le esperaba la vida, y lo más seguro es que sufriría hasta no quererla más, que le dolería física, emocional y mentalmente. Tuvo la seguridad justo en ese momento que era sólo el inicio. Que le esperaban pesares, hambrunas, desvelos, enojos, intentos de distracción. Pero también le esperaban alegrías, sonrisas fáciles, miradas significativas y a veces definitivas, le esperaban amores, ver a sus hijos crecer, realizarse como Algo dentro del mundo.
La vida. Tras esa luz que ya se avecinaba mientras sus pequeñas piernas daban el último empujón con toda la fuerza posible, Eso tuvo la certeza de que de eso se trataba la vida. Que eso, definitivamente, era vivir...
FIN.
Mi amiga Pan
Pan fue lo primero que vi al salir. Se puede decir que fue mi primera amiga real pues mis hermanos simplemente se limitaban a existir a mi lado. Mira que vivir tanto tiempo dentro de una jarra no es divertido. ¿Has intentado estar dentro de esas cosas? Huele a humedad, a moho y años de abstinencia de todo. Estar ahí dentro era un caos entero. Muchos dicen que es peor que el Tártaro mismo. Supongo que debería preguntárselo a Kronos para estar segura. Pero no es el tema. El punto es que esa jarra era terrible y debía agradecerle a Pan en su momento, o lo habría hecho de haber conseguido la libertad. Aunque tampoco es que tuviera demasiado tiempo de hacerlo. En un momento la jarra estaba sin tapa y todos mis hermanos se empujaban entre sí para ser los primeros en salir. Es por eso que yo tuve que quedarme. Todos me lanzaron atrás, incluso mi hermana gemela. Simplemente tomó sus cosas y se largó sin mirar atrás. Para cuando me di cuenta de nada Pan había puesto la tapa de nuevo y yo me había quedado completamente sola dentro.
Al principio supongo que fue divertido. Tenía la jarra para mí sola. No había necesidad de discutir por espacio y ni hablar del caos de emociones que podía haber cuando todos estábamos despiertos. Fue más sencillo, mucho más sencillo. Así que los primeros 500 años se me pasaron como agua. Me entretuve de lo lindo viendo los espacios de mis hermanos, los estragos que habían dejado en sus paredes personales, sus recuerdos plasmados en los laterales de la jarra. Fue emocionante, incluso. Era mi sitio. Como ya dije, de haber tenido oportunidad, le habría agradecido a Pandora, pero apenas y pude verle las pestañas.
¿Que cómo es ella? Bueno, supongo que ha cambiado con los milenios pero al menos yo recuerdo que era baja, cabello entre castaño y oscuro, ojos enormes de pestañas gruesas y llamativas y una cara de tonta que no podía con su alma. Es por eso que abrió la jarra. Si quieres que alguien eche algo a perder dile que no lo haga. Nunca falla. Pan lo demostró.
Pero hablábamos de mis años en soledad. Volvamos al tema. Decía que los primeros 500 años fueron maravillosos. No había ruido. No estaban mis hermanos gritando por todo. No había nadie feliz hasta la locura, o molesto hasta el cansancio y ni hablar de los depresivos hasta el hueso. Era un silencio absoluto que yo podía romper a placer o mantener durante eones. Puedo decir que ni siquiera los echaba en falta. Me alegraba de que ellos estuvieran fuera, de que tuvieran una vida con los mortales y todas esas cosas. Seguro que se divertían atormentándolos, haciéndolos cambiar de opinión, recurriendo a las cosas más básicas para contradecirlos a sí mismos. Justo pensaba en eso cuando la segunda mitad de mi primer milenio llegó a la jarra. ¿Qué tal si se estaban divirtiendo demasiado? Yo ya había visitado todos los murales, todas las pertenencias restantes de mis hermanos; no tenía nada más en qué entretenerme dentro de la jarra. Comenzaba a envidiarlos. Quería salir y ver lo que ellos veían. Quería conocer a los mortales y atormentarlos también. De pronto la jarra me parecía claustrofóbica. Quería salir, sentir el aire, oler las cosas. No me importaba si los mortales eran desagradables, quería conocerlos. Lloré muchas veces, lo admito, sobre todo porque podía escuchar voces llamándome a gritos desde fuera. Eran los mismo mortales que me pedían como si necesitaran más de mí que de mi gemela. ¿Podía ser eso posible? No lo dudaba. Ella, para los mortales, era vana, era simple, era sencilla. Me aclamaban a mí. Y sin embargo, yo no podía dejar mi recinto. Luego de que Hefesto la creara, Pan me dejó sola para siempre y no volvió a abrir mi prisión. Imploré a Zeus por ayuda, mas se negó en redondo a escucharme y, si lo hizo, me ignoró olímpicamente. ¿Entendieron el chiste? Bien, sigamos.
Con el tiempo me fui acostumbrando a la oscuridad, a la soledad nuevamente. En algún punto de los años simplemente me acostumbré a escucharlos en la distancia, a separar los lamentos de las oraciones. Una puede escuchar demasiadas cosas, demasiados pensamientos, pero todos se reducen a las mismas ideas. Los mortales tienen la felicidad sin darse cuenta y se niegan por completo a observarla de frente. E incluso cuando lo hacen le temen en grande. Así que me piden a gritos, como si todavía quisieran buscarla. Se ciegan de manera voluntaria y fingen que no ven a mi hermana para poder llamarme en la distancia. A veces me pregunto si no estarán todos locos. Ella está ahí, afuera junto con el resto. ¿No creen que a la felicidad es un mal? Quizá en un inicio no lo es, pero se ha convertido. Es eso que todo mortal persigue pero que pocos se atreven a tomar en sus manos. La felicidad los aborda y ellos le dan la espalda para seguir sufriendo. Sí, prefieren a otro de mis hermanos. Es como si Zeus en persona les hubiera dicho que ese era su destino, que eso era lo justo. ¿Será realmente lo justo? Quizá no. Quizá simplemente es lo nomral para ellos. Mis hermanos han estado tanto tiempo a su lado que ya no saben ubicarlos y diferenciarlos.
Pero he desvariado mucho en todo esto. Ni siquiera les he dicho mi nombre. Lo haré por el mero placer de pensar que alguno de ustedes es, pequeños mortales, lo suficientemente inteligente para reconocerme. Mi nombre es Elpis y los sigo esperando, a todos esos que me invocan e imploran, a todos los desesperados. Sigo en la misma jarra, en el mismo sitio en donde, tal parece, siempre estaré.
FIN.
¿Qué les parecieron mis divagaciones? ¿Les han gustado? Yo me he divertido mucho escribiéndolas pese a que me ha costado un montón desarrollarlas. De ahí el retraso. Lo siento muchísimo. Igual espero que ambos relatos hayan compensado la demora. De momento es todo de mi parte. Como siempre, espero verlos en los comentarios y que me digan si les parecen bien o si debo mejorar ciertos aspectos. Y recuerden pasar a los blogs de mis compañeras de aventura:
Saludos enormes,
0 Comments:
Publicar un comentario