Bloggscritores 1

Mis muy queridos lectores del inframundo.

El día de hoy vengo a ustedes con el torso vacío lleno de alegría. Es el inicio de nuestra nueva iniciativa Bloggscritores. Para los que no saben, esta iniciativa se formó gracias a una conversación con Ailin por Facebook y pues, bueno, aquí nos tienen, dando lo mejor de todas nosotras –porque no se inscribieron chicos, hasta el momento. Si esto progresa ya veremos una segunda ronda –.

Para los que no hayan prestado mucha atención a nada en particular, les explico. La idea es cada mes escoger una palabra y sobre ella armar un cuento de mínimo dos hojas en Word y máximo tres. Somos seis personas en la iniciativa y el plan a largo plazo es darnos a conocer todos en los blogs de los otros. Al final del día lo que queremos es convivir entre bloggers y, por qué no, a la larga hacernos de más seguidores. A continuación les pongo los links de cada blog para que se vayan familiarizando. 

https://leiwithmis.blogspot.mx/
Http://julianadelpopolo.blogspot.com
https://entre-cafey-libros.blogspot.com/
http://labibliotecadeailuz.blogspot.com
https://lectorasolitaria09.blogspot.com
http://dimarcheonline.wordpress.com

Sin más preámbulo les diré que en esta ocasión toca la palabra MUERTE como tema principal de nuestra entrada. Así no les digo más y dejo que las palabras hablen. Eso sí, les recuerdo que se pasen cuanto antes a leer el resto de los cuentos y no sean tan malos conmigo que todo esto lo hacemos como escritores aficionados.


Las vacaciones de la muerte

La noticia estaba circulando alrededor del globo de forma indiscriminada. Todos los noticiarios lo transmitían en vivo en cualquier idioma del que hubiera conocimiento. La directora general de la OMS miraba a la cámara muerta de rabia y ella, la Muerte, casi podía sentir que se dirigía a su persona, que esa mirada fija en la cámara iba dirigida a su ser milenario. Luego de eones sin sentir una sola cosa, la Muerte se estremeció hasta el tuétano.

-Te declaro la guerra –sentenció la directora ante la cámara con un tono aparentemente tranquilo –Por todos esos seres que te has llevado injustamente. Crees que puedes con nosotros pero no te percatas de que somos la punta de la cadena alimenticia. Nuestra inteligencia superior nos da armas incluso en contra tuya.

La Muerte tenía muchos argumentos en contra de esas palabras, pero se lo pensó un segundo. ¿Sería correcto aparecer frente a esos cientos de millones de personas insignificantes para hacerles ver su lugar en el cosmos? Siempre había sentido que se daban demasiados aires para ser alguien que moría a la mínima provocación, pero ese tipo de declaraciones eran demasiado. ¿Es que no entendían su función? Se la pasaban quejándose de su existencia y, sin embargo, había tanto en que los ayudaba. Suspiró sin dejar vaho contra el cristal de la tienda departamental donde miraba las noticias y esperó en silencio. Su lista decía que dentro de 30 segundos el hombre gordo sacaría un arma y le volaría la cabeza a la cajera. Fue en ese segundo, en el número 29, que tomó la decisión determinante que afectaría a todos esos simples mortales demasiado pagados de sí mismos. Decían que tenían tecnología tan avanzada que la dejarían en vergüenza, que pensaban ganarle la guerra… No ganarían nada si no se presentaba ese suceso. ¿Qué pasaría si se iba? ¿Qué tan difícil sería tomar vacaciones en otro de los billones de planetas que estaban habitados en ese momento en la Vía Láctea? Al final del día, según las declaraciones de la directora de la OMS, los seres humanos, los habitantes de la tierra, no la necesitaban. 

Giró en redondo para observarlos. ¿Qué harían estos seres obesos y egoístas si ella se iba? Vamos, que ni siquiera ellos apreciaban su propia vida. Iban y venían por el globo estresando sus cuerpos, comiendo basura, trabajando demasiado, sin pararse ni un solo momento a observar los paisajes que antaño eran primordiales. Los padres malcriaban a sus hijos, siempre procurando darles todo y sin enseñarles la forma de ganárselo. Las mujeres renegando del machismo y procurando iniciar campañas tan tiránicas como la postura que tanto odiaban. Los niños haciendo rabietas en público sin ser castigados sólo porque sus padres no quisieron comprarles el juguete de moda. Todos ellos gordos, con papadas inmensas y muslos del tamaño de troncos, siendo arrastrados por todos esos aparatos que gente un poco más ingeniosa inventaba para transportar a los holgazanes. Ellos no eran nada y no se daban cuenta de ello. Y fue precisamente por eso que la Muerte, sonriendo, dejó caer la hoz contra el asfalto de esa calle, frente a ese aparador, y desapareció.

El primero en notarlo fue Marcus Acher. Estadounidense. Cuarenta y siete años. 158 kilogramos de hamburguesas diarias compradas en la esquina de su oficina. Con tres hijas adolescentes y una mujer en casa que lo esperaban para cenar esa noche con la noticia que la menor de su progenie estaba embarazada de ese inmigrante indocumentado que habían contratado para podar el césped. Sintió el flechazo contra el pecho. Fulminante y cegador, mismo que le robó el aliento. Luego otro y otro más. Se moría, tenía un infarto. En su mente juró no volver a comer otra hamburguesa si dios lo bendecía con otro día para ver a sus hijas y a su mujer. Pero en un punto, no supo cuándo, el dolor se hizo tanto que prefirió morir. No pasaba nada mientras el dolor terminara justo en ese momento. Poco importaba la segunda hipoteca sin pagar que le dejaría a su esposa, o que sus hijas no fueran a la universidad. Todo lo que quería era morir en ese momento. Pero no pudo. Luego de un rato, su corazón paró por completo, pero él no murió. Con un par de golpes contra el plexo solar izquierdo, todo quedó en su sitio. Olvidó su promesa a dios y, para festejar, salió de su oficina y pasó por una hamburguesa de la esquina antes de llegar a casa y cenar en familia. Tres horas después le dio su segundo infarto al enterarse de la noticia nada favorecedora del embarazo de su hija. Tristemente para él, también salió vivo de esa. 

Como él existieron otros casos y nadie sabía cómo interpretarlo. ¿Era una buena señal, una divina, que los eximía de morir por su bondad? ¿Era un castigo por ser tan pretenciosos como para evitar la muerte por siempre? No había manera de responder a esas preguntas y muchos otros ni siquiera se tomaron la molestia de planteárselas. Hubo gente que se conformó con su nueva condición y pasó directamente a lo que quería: tenían sexo sin protección, iban a dispararle a sus enemigos, corrían a mutilar a las personas que odiaban. Desde luego, no todo era masacre. Los hubo que prefirieron ver esto como una segunda oportunidad y dedicar su vida a dios, otros tantos que lo vieron como un mandato y se dedicaron a procrear con tanta frecuencia como su cuerpo lo permitía. 

Pasados los años no fue extraño toparse a una madre con más de 40 hijos corriendo detrás de ella, a ancianos con más de 200 años que se arrastraban por las calles en busca de comida, a personas mutiladas que no tenían manera de ser recompuestas. En las calles los perros se peleaban por los restos aunque las personas todavía gritaran que les regresaran sus miembros. Sin embrago, todo eso no era suficientemente malo. El planeta entero comenzaba a decaer. El agua acababa y la comida escaseaba. Un día, sin que se supiera como, todo se extinguió. La gente tenía hambre, sentía sus estómagos gruñir y retorcerse, sin tener a la mano nada que darles. Tenían los labios resecos por falta de agua y no había sitio de dónde beber. Un grupo de gente con dinero se adueñó incluso del agua salada y terminaron por acabarla de forma egoísta en unos cuantos años. No había manera de evitarlo. Incluso si lloraban, rogaban o imploraban, ninguno de ellos veía el fin de su agonía en la muerte. 

Los años siguieron su curso y, pese a todas esas calamidades y carencias, el humano sigue siendo humano y se maneja por el instinto. No había manera de comer o beber algo, así que se dedicaron a tener sexo. Al menos ese antojo sí que se podía satisfacer. Comenzaron a hacerlo por mera saciedad y luego por entretención. ¿En qué se puede perder el tiempo día a día si ya se han leído todos los libros, se han visto todas las películas y se han escuchado todas las canciones? Lo peor es que ya nadie tenía creatividad. El hambre y la sed no los dejaban pensar en nada más. Si se hacían poemas, canciones, películas o libros eran referentes a comida y agua; y de leerlos, el antojo enfermo e incontrolable los invadiría. Por eso las personas se decidieron a tener sexo. Lo hacían en todos lados, en cualquier momento y de forma indiscriminada. Incluso lo hacían cuando no tenían ganas sólo para no pensar en comida y agua. Así, poco a poco, el espacio llano que era la tierra se fue ocupando lentamente. Un niño aquí, una niña allá, dos adolescentes más a la derecha. Ellos crecían, los otros también, y tenían sexo de forma indiscriminada para dejar a sus costados a los hijos que crecerían sin comida ni agua y buscarían una forma de desviar sus pensamientos.

Fue Andrea Márquez la que se dio cuenta de ello, del final de todo, cuando vio a su bisabuela pasar la frontera de Juárez a El Paso empujada por la multitud de personas que se apiñaban unas contra otras. No había forma de moverse así que todo se hacía de pie. A donde se girara siempre había alguien tocándole el cuerpo a uno. Un día, ni siquiera fueron capaces de ir más lejos a visitar a sus amigos y debían hablarse a gritos. El ruido en hora pico era insoportable. Y el olor a inmundicia, a cuerpo sudoroso que no se había bañado en meses, quizá años, quizá milenios. ¿Cuánto hacía que alguien no moría? Nadie lo recordaba. 

Llegados a ese punto, apiñados los unos contra los otros, oliendo lo peor que el mundo puede oler, con la boca partida de sed y el estómago en un puño de hambre; la directora de la OMS cerró los ojos y murmuró:

-Haz ganado. Tienes razón, no sólo te necesitamos, te pedimos que vuelvas. Somos simples humanos, somos escoria a tu lado… Por favor… -y entonces, sin previo aviso, Marcus Acher cayó al suelo con el que sería su último infarto.

FIN

Sin más qué decir por el momento les agradezco enormemente su atención y los espero en los comentarios. Saben que siempre estoy dispuesto a responder si se hace una crítica constructiva.

Saludos enormes,


2 comentarios:

  1. 😍 Me encantó tu texto, la idea es muy creativa y la desenvuelves muy muy bien. También me gusta cómo dejas ver la pretensión que tenemos como humanos de poder superarlo todo y que eso no es realmente lo mejor.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Hola:
      Muchísimas gracias por leerlo, primero que nada, y que bueno que te haya gustado. Como puedes ver es mi pequeña crítica a la condición humana a través de la muerte.

      Saludos enormes.

      Borrar

Dudas, opiniones, quejas, sugerencias y amenazas de muerte en los comentarios.