Luz
Un día sintió hambre. No sabía lo que era el hambre, pero sabía que lo sentía justo frente a su espinazo, a su cola, debajo del enséfalo. Observó la conexión que lo unía a su algo portador. Era su Algo. Y, como si alguien leyera sus recientes pensamientos, el conducto comenzó a fluir, a llenarse de alimento -fuera lo que eso fuera- y a saciar un apetito que no sabía cómo clasificar. Y al siguiente momento escuchó. Era una voz profunda y grave que resonaba por todo su lugar seguro. Tenía un ritmo particular, una tonada que le gustaba, con notas superpuestas y afinadas, siempre afinadas. A Eso le gustaba ese sonido, esa voz profunda y por momentos rasposa. La catalogó como un Algo externo. Un Algo que aseguraba en los momentos más obscuros dentro de su lugar seguro que lo protegería siempre. No comprendía el motivo pero Eso se sintió completamente seguro ante esa voz. Además estaba su Algo portador. Una voz más aguda, menos penetrante. Esa voz se escuchaba como si la tuviera dentro, lo hacía vibrar entero cada que se presentaba.
La obscuridad y la luz se alternaban en su semipenumbra. Las voces de los Algos iban y venían. Catalogó a su Algo portador y a Algo protector como cercanos mientras que el resto de Algos iban y venían sin ton ni son, siempre tocando su lugar seguro. ¿Es que su Algo portador no les ponía límites? Era como si quisiera que todo el mundo lo conociera, como si estuviera orgulloso de su existencia. Porque sí, ahora podía existir y sentirse bien al respecto. Existía y pronto dejaría de ser un eso para convertirse en un algo. Sabía que lo haría, aunque no comprendía el como.
Un día, sin avisar, luego de cambios y más cambios, de aumento de peso, de voces extrañas que sólo se escuchan una o dos veces durante determinados momentos, eso lo siente. La primera en percibirlo, claro, es Algo portador. Se quejó de dolor mientras eso corroboraba desde su lugar seguro que se había puesto en movimiento y temblaba cada tanto. Sin duda Eso tenía tanto miedo como Algo portador, pero ambos tuvieron que ser valientes. Mientras el evento ocurría, Eso se dio cuenta de un aspecto importante. Dolía. Todo a su alrededor dolía. Era como si su lugar seguro sufriera y eso sufriera junto con el lugar. Se quejó, pateó e hizo un esfuerzo enorme por salir. Quizá el lugar seguro estaba enfermo. Tal vez lo razonable era salir y buscar otro sitio mejor. Con toda la tristeza del mundo, la pesadez de los miembros que no podían ser todavía controlados y un miedo irracional a lo que fuera que estuviera afuera, Eso se dispuso a empujar con sus piernas casi recién adquiridas. Y se percató de una cosa. Afuera le esperaba la vida, y lo más seguro es que sufriría hasta no quererla más, que le dolería física, emocional y mentalmente. Tuvo la seguridad justo en ese momento que era sólo el inicio. Que le esperaban pesares, hambrunas, desvelos, enojos, intentos de distracción. Pero también le esperaban alegrías, sonrisas fáciles, miradas significativas y a veces definitivas, le esperaban amores, ver a sus hijos crecer, realizarse como Algo dentro del mundo.
La vida. Tras esa luz que ya se avecinaba mientras sus pequeñas piernas daban el último empujón con toda la fuerza posible, Eso tuvo la certeza de que de eso se trataba la vida. Que eso, definitivamente, era vivir...